LA REGLA DE ORO PARA GOBERNANTES DE NACIONES
LA EDUCACION EN VALORES EN LA ESCUELA Y LA FORMACION DEL PROFESORADO
La democracia como una forma de elección de las autoridades, pensado desde el individuo se vota porque es una forma que tiene el ciudadano de expresar sus intereses y preferencias a través de un representante. Sin embargo pensado desde toda la comunidad política, es decir, desde los intereses del país, se vota porque queremos un mejor país para todos. Articular correctamente ambas motivaciones será fruto de una cultura democrática y ética. Querer lograr un mejor país para todos resulta contundente la educación con valores; porque una cultura democrática y ética son valores y sobre esta educación se teje lo mejor.
Por respeto y protección a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución política que prima sobre toda ley; como gobernantes, la protección del Estado a los ciudadanos existe el sagrado compromiso con los recursos humanos de sembrar la Escala de Valores, estos valores son grandes verdades y como verdad siempre triunfa; esta tarea es tan similar a construirse cimientos de edificios completamente resistentes frente a sismos; igualmente a los niños en sus inicios de vida se les enseña los valores para que sean sumamente fuertes ante todo, puesto que ellos serán los artífices de todo lo bueno que habrá en el mundo.
Lo correcto siempre funciona y siempre triunfa; siempre la verdad es más poderosa que la mentira, La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad.
Esta Escala de valores permanecerá siempre, jamás desaparecerá ni cambiara porque son verdades inherentes a la humanidad.
Con sembrar la Escala de Valores se impulsa desde temprana edad los proyectos de vida de cada uno, pues sabemos que cada ser humano viene al mundo con un proyecto de vida y de esta manera cada niño asegura su futuro y por ende de la ciudadanía y así de las naciones.
Paralelamente se ira destruyendo todos los males existentes en las sociedades que tanto daño están causando, hasta este momento ya es insoportable. Los verdaderos cambios positivos se darán a través de esta plataforma a nivel nacional con la siguiente escala desarrollada en los respectivos menús:
ESCALA DE VALORES
- URBANIDAD
- SENCILLEZ
- SENSIBILIDAD
- PUNTUALIDAD
- ORDEN
- DISCIPLINA
- DEBER
- DERECHO
- RESPONSABILIDAD
- COMUNICACIÓN
- ASERTIVIDAD
- AUTOESTIMA
- DIÁLOGO
- AMISTAD
- APRECIO
- ARMONÍA
- IDEAL
- FORTALEZA
- FELICIDAD
- FE
- INTERÉS
- INICIATIVA
- CREATIVIDAD
- DESPRENDIMIENTO
- IMAGINACIÓN
- ESTUDIO
- EFUERZO
- ESPERANZA
- ÉXITO
- EXCELENCIA
- CIENCIA
- TECNOLOGÍA
- CULTURA,
- AFECTIVIDAD
- ACEPTACIÓN DE LOS DEMÁS
- ALEGRÍA
- LIDERAZGO
- ECUANIMIDAD
- EFICIENCIA
- EFICACIA,
- AUTORREALIZACIÓN
- AYUDA
- CONSTANCIA
- COMPRENSIÓN
- COMPROMISO
- CONFIANZA
- TRABAJO
- RESPETO
- HONRADEZ
- PARTICIPACIÓN
- COMPAÑERISMO
- COOPERACIÓN
- SUPERACIÓN
- SOLIDARIDAD
- COMPARTIR
- COLABORACIÓN
- HUMANIDAD
- AMOR
- CIVISMO
- PATRIOTISMO
- BONDAD
- BUEN ENTENDIMIENTO
- CARIDAD
- OPTIMISMO
- DIGNIDAD
- LEALTAD
- IDENTIDAD
- SEGURIDAD
- SOCIABILIDAD
- IGUALDAD
- PERSEVERANCIA
- VERACIDAD
- SABIDURÍA
- ALTRUISMO
- AMABILIDAD
- PRUDENCIA
- PERSONALIDAD
- REALISMO
- VALOR
- VALENTÍA
- TRASCENDENCIA
- TOLERANCIA
- SIMPATÍA
- SERENIDAD
- EMULACIÓN
- ENTUSIAMO
- EQUILIBRIO
- GENEROSIDAD
- GRATITUD
- MODESTIA
- SINCERIDAD
- CORDIALIDAD
- PACIENCIA
- SENTIMIENTO
- BELLEZA
- MADUREZ
- MORAL
- SEXUALIDAD
- MOTIVACIÓN
- OBJETIVIDAD
- ORIGINALIDAD
- FLEXIBILIDAD
- IMPARCIALIDAD
- INDEPENDENCIA
- MISERICORDIA
- PERFECCIÓN
- AUTENTICIDAD
- AUTORIDAD
- COHERENCIA
- CRÍTICA
- TOMA DE DECISIÓN
- DEMOCRACIA
- JUSTICIA
- LIBERTAD
- DESARROLLO
- SATISFACCIÓN
- BIENESTAR
- PAZ SOCIAL
ARGUMENTOS UNIVERSALES Y CONTEXTUALES DE PARTIDA
Las sociedades contemporáneas que pretenden ser democráticas, abiertas y plurales se caracterizan por su interés permanente de cimentar en sus ciudadanos y ciudadanas valores que tiendan cada dia a fortalecer y a consolidad el funcionamiento democrático de sus instituciones. Su propósito claro y definido, consiste en elevar los niveles de satisfacción personal y colectivo de su ciudadanía, contribuyendo asi a la dignificación progresiva de los mismos, incrementando a la vez, sus niveles de felicidad y, por tanto, de vida buena.
Desde esta perspectiva, las constituciones estatales de esas sociedades están inspiradas, inequívocamente, en la carta magna universal de los derechos humanos, como una forma de garantizar a sus ciudadanos, unos derechos individuales que les permitan tener acceso a una vida digna en un estado de bienestar satisfactorio. En este sentido la carta de los derechos humanos enfatiza el derecho y protección de la vida personal, las garantías de las libertades individuales, la igualdad de los ciudadanos y ciudadanas en dignidad y ante la ley y la justicia, el acceso de los individuos a derechos sociales y económicos, su participación en los procesos políticos, la protección del Estado a los ciudadanos cuya condición natural o adquirida les impida competir en igualdad de condiciones con los demás. Todos estos derechos que los diferentes estados de las sociedades abiertas y plurales deben garantizar a sus ciudadanos, se inscriben dentro de un orden social internacional a fin de mantener la eficacia y el goce de los mismos.
El respeto y protección de los derechos humanos exigen una reconfiguración de la educación y de los valores que la misma se promueve. Esta es una perspectiva reivindicada a nivel mundial; parece ser que los movimientos que acontecen en un mundo cada día más universalizado y complejo.
El mundo ha tardado años, y en algunos casos siglos, para llegar a establecer determinados principios de coexistencia pacífica, y de derecho y bienestar entre estados y entre ciudadanos.
El problema no es que estos principios, muchos de ellos universalmente aceptados, necesiten ser perfeccionados, como toda obra humana. El problema es que sorprendentemente hay quienes no solo los desconocen o rechazan, sino que buscan liquidarlos, con el agravante de que tampoco proponen reemplazarlos por otros supuestamente superiores.
Muchos de estos principios, como que todos somos iguales ante la ley, se han convertido en reglas de oro de convivencia social, política, económica y cultural, de común reconocimiento en la vía constitucional de cada país y universalmente perdurables en el tiempo desde la última posguerra mundial, hace 75 años.
Sin embargo, el hecho de constituir reglas de oro centrales en la vida de las naciones no las libra de las amenazas de la anarquía, la violencia y la autocracia, ni de los procesos retorcidos que persiguen debilitarlas e invalidarlas desde dentro de su naturaleza y funcionamiento.
Se trata de reglas de oro de derechos humanos, como la defensa de la vida, la libertad y la justicia, opuestas a todas las reglas de opresión, persecución y barbarie; reglas de oro democráticas, como la separación de poderes y la alternancia presidencial, opuestas a todas las reglas dictatoriales y totalitarias; y reglas de oro económicas, como las orientadas a crear riqueza para su distribución social, opuestas a todas las reglas corporativistas y mercantilistas alejadas del bienestar común.
Una cosa es que se quiera corregir, afinar y elevar los estándares de calidad de las reglas de oro vigentes. Y otra muy distinta es que ello encubra objetivos subalternos de sacarlas de su real cuadro de valor.
Las reglas de oro de defensa de la vida y de defensa de la dignidad humana son, por ejemplo, de las que menos sentido y acción eficaces tienen hoy en el mundo. La delincuencia común, el crimen organizado, el terrorismo, las guerras internas y externas, y el abuso del poder político y judicial, echan por tierra el papel de los gobiernos y estados en ambas defensas.
Prevalece en la justicia la presunción de la culpabilidad sobre la regla de oro de la presunción de la inocencia, mientras sufre grave deterioro aquel otro precepto de que nadie es culpable mientras no se haya probado su culpabilidad. La justicia distorsiona sus fines: por perseguir personas deja de perseguir el delito. El mecanismo judicial deficiente se convierte, así, en instrumento de impunidad por excelencia frente a cruzadas anticorrupción que, a la corta o a la larga, terminarán incubando absoluciones a causa de procesos mal investigados y mal sentenciados.
La mayor regla de oro de una democracia es su Constitución; es decir, su contrato social de derechos y deberes entre gobernantes y gobernados, entre instituciones y ciudadanos. Lo triste es que las enmiendas ya no salvan una Constitución, por necesarias que estas sean. Hoy en día una Constitución no lo es si no se estira como un chicle, al gusto de una tendencia política dominante; si no se acomoda como almohada de plumas al sueño de un autócrata y si no se interpreta como partitura en sol menor de una banda de circo.
Las reglas de oro de la economía moderna, tan ligadas a la dinámica de lo que cada uno percibe en salario, servicios y bienestar, sufre también de graves embestidas. El manejo técnico de los equilibrios fiscal y monetario cede cada vez más al criterio político. La verdad sacrosanta de que no hay distribución social importante sin un crecimiento económico sostenido del 5% al 7% no forma parte crucial de las agendas gubernamentales.
Hay una generalizada caída de reglas de oro políticas, económicas y culturales en el mundo, pero no hagamos en el Perú que el mal de muchos consuele la precariedad de nuestra suerte institucional y económica.